Wílliam Mebarak no sólo es el padre de Shakira, que ya es bastante, sino periodista y escritor de novelas y cuentos.
En presencia de su famosa hija acaba de lanzar en Bogotá su último libro ‘Al viento y al azar’ y prepara otro sobre la experiencia de criar a una niña, tan precoz y talentosa que, según cuenta, aprendió las letras del alfabeto al año y medio de nacida, y a los 5 años ya cantaba e interpretaba danzas árabes. Con el mismo movimiento de caderas ‘que no mienten’ y que desde hace ya varios años barren como un ciclón escenarios multitudinarios del mundo.
Dice que será un libro de ayuda para tratar de orientar a los padres para que no sigan tratando de imponerles a sus hijos lo que deben hacer, estudiar o aspirar a ser en la vida.
Apoyo, apoyo y apoyo, fue la palabra que les dio a este sincelejano, de padres libaneses, nacido en Nueva York y a Nidia Ripoll, la clave para moldear a esa artista maravillosa, la colombiana más famosa de la historia y una de las mujeres más aplaudidas del mundo.
Esta entrevista es a William, no a Shakira. ( Bueno, por los laditos).
¿Por qué nació usted en EE.UU.?
Mis padres vivieron once años en Nueva York, donde yo nací. Cuando regresamos a Sincelejo, en ese entonces un pueblo de 20.000 habitantes, la familia (numerosísima) y los vecinos se aglomeraron a curiosear ‘al pibe que hablaba inglés’ pero, aunque mi papá me preguntaba cosas en inglés, yo le contestaba en español porque nunca me ha gustado el exhibicionismo.
Llegó a Bogotá a estudiar cuarto de bachillerato en el Colegio Mayor del Rosario, ¿cómo le sentó el cambio?
Tenía 16 años y allí me cogió el 9 de Abril, cuando mataron a Gaitán. Ese día fue muy triste y azaroso. Ya estaba la turba enloquecida invadiendo la calle catorce, cuando el rector, monseñor José Vicente Castro Silva, la primera figura de la ‘oratoria sagrada’, nos dijo: “Sálvese quien pueda, porque van a incendiar todo y yo no respondo por la vida de nadie”. Unos 70 internos salimos en carrera y nos incorporamos a la subversión vociferando: ¡Viva el Partido Liberal! Cuando cruzamos la carrera 5 con calle 18, un grupo nutrido, conmigo a la cabeza, se compactó y nos refugiamos en la pensión de un amigo donde nos quedamos un mes. Cuando volví a Barranquilla mi madre no quiso que regresara a Bogotá, lo cual fue un gran error porque yo quería terminar mi bachillerato en el Rosario. Regresé a mi Colegio Biffi, repetí cuarto año y luego me gradué.
¿Parece que entonces se dedicó a parrandear en forma, no?
Sí, eso fue duro. Un ciclo de parrandas y de celebraciones me enfermó y mi salud se deterioró. En Bogotá me sometí a un tratamiento de seis meses y entré a la Javeriana a estudiar medicina en 1953. Hice tres semestres, pero me aterró volverme a enfermar porque el ritmo de estudio era endiablado.
Me gustaba mucho la literatura y escribía desde muy joven, así que saqué una licencia de locutor y me fui a trabajar al ‘Diario Hablado’ de Julio César Turbay A., en La Voz de Bogotá. No duré mucho y me fui a trabajar a un periódico que habían acabado de fundar.
¿Allí empezó su vocación?
No, venía de antes. En esa época yo iba todos los días al Gran Vatel, un restaurante de lujo donde se reunían los grandes cacaos de la política y yo los entrevistaba. La movida era bastante tesa. Pero como había que trabajar hasta el amanecer me aburrí. Sin embargo, aprendí a redactar noticias, a hacer crónica roja y a titular. Renuncié y volví a ser locutor en un noticiero.
¿Cuál fue su etapa más temprana en el periodismo?
Yo era codirector de El Criticón, el periódico humorístico del colegio. Lo regalábamos en los teatros. Lo hicimos con un compañero y firmábamos Fulano y Zutano, hasta que se armó la gorda en el colegio porque le metíamos mucha enjundia y malicia y contábamos cosas que la direción no quería divulgar. Sólo llegamos a la quinta edición.
¿Cuándo empieza a publicar libros?
Publiqué en revistas todo el tiempo y años después, cuando dejé los estudios de medicina, escribí una serie de cuentos cortos, humorísticos. Quería titularlo Cuentos, Crónicas y Ensayos, pero mi buen amigo Jorge Cavarico Briceño, un periodista que había trabajado en El Tiempo, me dijo: “William, Cuentos y Crónicas está bien, pero lo de ‘Ensayos’ son palabras mayores, ¡eche, esa es una vaina muy seria!, pero como el mambo está de moda y es una ‘estridencia musical’, vamos a hacer que el libro parezca una ‘estridencia literaria’: pongámosle ‘Mamboletras’, y así salió.
Entiendo que su padre era un gran empresario y un hombre muy rico…
Mi papá me llamó al orden y me dijo: ya eres locutor, periodista, escribiste un libro, dejaste los estudios de medicina y has perdido suficiente tiempo. Ahora yo necesito que vengas a trabajar conmigo.
Él había fundado una empresa de estaciones de gasolina y sembró de gasolineras toda la región del sur de Bolívar, lo que es hoy el departamento de Sucre y Córdoba, hasta llegar a tener 18. Trabajamos en Sincelejo hasta que mi madre y yo conspiramos para que mi papá y su socio le vendieran el negocio a la Shell y nos fuimos a vivir a Barranquilla. Escribí en el Diario del Caribe y en la revista Quillán 007.
¿Cómo es la historia de su madre, que se casó dos veces?
La primera vez, a los quince días de casados, el esposo sufrió una enfermedad de origen desconocido. Parece que era una cuestión mental provocada por algo que le habían dado intencionalmente. En esas dos semanas, mi madre quedó embarazada. Tuvo a mi hermano mayor (Tony) que se llamó como su papá, Antonio Domínguez – de origen cubano-libanés-. No volvió a saber de él porque se lo llevaron para Francia donde perdió la razón.
Y su mamá terminó rebelándose a su madre…
Es que mi abuela no la dejaba salir ni a la puerta y algunos de sus hermanos la celaban y le hacían la vida imposible porque ella no era viuda, ni soltera, ni casada. Cuando Tony tenía 6 años, llegó mi papá, el único hombre que había después de su frustrado matrimonio, y se enamoraron pasándose boletas de amor por debajo de la puerta.
¿Cómo lograron irse a vivir juntos?
Mi madre y su hermano mayor se fueron a Panamá a llevar al benjamín de la familia para un tratamiento que no le podían hacer en Sincelejo y mi papá se fue detrás. Mi tío les ayudó a casarse por lo civil y a irse de Colombia, por aquello de: “pueblo chiquito infierno grande”. A mi mamá no la iban a aceptar porque, según el criterio malicioso de la época, vivía en “público concubinato” a pesar de haberse casado por la ley americana. Entonces se fueron en luna de miel en un trasatlántico para Jamaica y Cuba, se divirtieron de lo lindo, y, ya ‘restiados’, se fueron a Nueva York. Mi papá llegó con US$150 en el bolsillo, prácticamente indocumentado, con una esposa, un hijo adoptivo de 6 años y sin hablar una gota de inglés. Unos parientes lejanos los recibieron en su casa hasta que mi papá empezó a hablar el idioma y a trabajar. En los muelles de Brooklyn no le dieron trabajo por bajito, y tuvo que trabajar en todo lo imaginable, hasta que logró fundar una oficina de importaciones y exportaciones para mandar mercancías a Colombia, a través de sus hermanos, e importar café. Fue muy inteligente y audaz y se las arregló para vivir once años allá, al cabo de los cuales convenció a mi mamá de regresar, porque tenía ideas muy avanzadas sobre tecnología y quería fundar negocios aquí.
Aparte de audacia tenía suerte, porque aquí también le ayudaron...
Así es, su hermano menor y unos socios de éste le dieron el dinero para montar la primera estación de gasolina y ellos quedaron como socios industriales. El primer año esa estación dio para montar una segunda estación, a los seis meses montaron una tercera y así sucesivamente, año tras año, hasta tener 18.
Música y Negocios. Lo que se hereda no se hurta, de razón Shakira es tan hábil con el manejo de su carrera.
Música y Negocios. Lo que se hereda no se hurta, de razón Shakira es tan hábil con el manejo de su carrera.
La vena musical es de mi familia, indiscutiblemente, eso no tiene vuelta de hoja. La gente se detenía en la puerta de la casa para escuchar a mi madre tocar el piano. Mi padre tenía una flauta y la acompañaba. Mi hermano mayor, Tony, tocaba el piano-acordeón y cantaba temas en inglés, y Moncho, el menor, tocaba piano de oído y tenía una gran voz de tenor. Mi hermana María Alicia toca piano con partituras. Mis tíos todos, tanto por parte de padre, como de madre, tocaban un instrumento –unos el clarinete y otros el violín. Evidentemente, hay música en nuestro ADN.
Tuvo ocho hijos con su primera señora, ¿quién era?
Lucila Botero, una barranquillera famosa como deportista, jugaba en un equipo de basket y fue campeona departamental de bolos. Una buena persona. Tuve ocho hijos con ella y con Nidia hice el último esfuerzo. Risa
Shakira, cerró con broche de oro. Risa.
Sí, Shakira es la más chiquita y es el centro de la familia. Mi hijo mayor (como mi hermano mayor) murió a la edad de 19 años.
¿Lucila vive?
Sí. Nos separamos hace muchos años y sólo hace unos meses el Tribunal Eclesiástico de Bogotá determinó la nulidad del matrimonio católico. Ya me había casado con Nidia dos veces por lo civil, por la ley americana y por la ley colombiana y sólo hace unos tres meses nos casamos por la iglesia.
¿O sea que están otra vez en plena luna de miel?
Sí, de luna de miel y ¡comulgando casi todos los domingos¡ (Risa muy alegre).
Usted era joyero en Barranquilla.
Sí, porque mi hermano Antonio, un extraordinario hombre de negocios, tenía un corazón inmenso y generoso. Fundó negocios en Colombia desde cuando llegó de EE.UU., a la edad de 17 años. Hizo mucho dinero y abrió una joyería en Sincelejo. Posteriormente resolvió irse para Barranquilla y llegó a tener una cadena en el país. Yo le seguí los pasos porque no estaba ganando lo suficiente en empleos que conseguía: fui visitador médico, agente de seguros, profesor de literatura en un colegio, y de historia en otro, pero me iban naciendo hijos todos los años y ya como que no podía con el alma, hasta que mi hermano me vinculó al negocio. Monté una joyería, pero aclaro, no soy orfebre.
¿Cómo fue el nacimiento de Shakira?
No sabíamos que era niña porque en esa época no había llegado la ecografía, y yo estaba ilusionado con tener otro varón, porque mi padre vivía muy temeroso de que el apellido Mebarak se acabara.
A los 12 años me había impresionado ver a mi papá llorando, con sus copetines en la cabeza, porque yo quería meterme de cura. Los hermanos cristianos me habían mostrado cuadros del infierno y del purgatorio y me decían que si me hacía cura no sólo me salvaría yo, sino toda la familia, y eso me parecía grandioso. Sobre todo salvar a mi papá que tomaba mucho traguito.
Como Moncho estaba muy chiquito mi papá gemía: “No sé si será militar y de pronto me lo maten, o vaya a ser estéril y se pierde el apellido”.
¿Por qué no se fue de cura?
Porque desde niño me han encantado las mujeres a morir. En Bogotá empecé a salir con amigos, conseguí novias y empezó mi vocación a trastabillar. Todo eso está en mi libro ‘Amores Volátiles’.
Volvamos al día que nació Shakira.
Shakira se retrasaba demasiado y el médico, nervioso, esperaba que naciera por la vía natural. Yo le dije: “¡qué vía natural, ni qué ocho cuartos¡, esta mujer está padeciendo horrores, ¡hágale la cesárea ya!”. Nidia aceptó y, qué tal si se demora más: se había roto la placenta y la niña estaba empezando a tragar esa agua turbia. Yo, para ser franco, en ese momento me sentí un poquito decepcionado porque no nació niño, pero la bandidita tenía unos ojos bellos e inmediatamente dio muestras de ser muy vivaracha. En ese momento, pensé: “la niña me está tramando”. Y me tiene tramado hasta hoy. Risa.
¿Porqué lloró Shakira en Las Vegas cuando recibió el Grammy?
La canción Mi Niña Bonita cantada por Tomás de San Julián se convirtió en algo muy entrañable para nosotros. Siempre se la cantábamos, y en Las Vegas le di la sorpresa de cantarla. Shakira no tenía ni idea y cuando yo empecé a cantar, empezó a llorar. Lo mismo mi hijo Tonino, mi mujer y mucha gente del público.
¿Se llevan bien ella y sus ocho medio- hermanos del primer matrimonio?
Sí, yo logré convertirlos a todos en una sola familia. Al principio Lucila puso problema, pero como yo supe manejar las cosas, terminó aceptando la realidad y Nidia siempre se ha portado muy bien con ellos.
¿Cómo conoció a Nidia?
Un día que iba en el carro con Moncho -que era su amigo y le gustaba-. Ella estaba parada en la puerta, él la saludó y en ese momento las brisas de diciembre, que son fuertes y levantan la falda de las mujeres, expusieron sus bellas piernas como un trofeo. A mí me han fascinado siempre las piernas de las mujeres y en ese instante, quedé herido de muerte. Risa.
Volviendo a Shakira, ¿era tan precoz como dicen?
Sí, al año y medio conocía todas las letras del abecedario en los cubos de madera y en los titulares grandes del periódico. Mi compadre, el escritor y político Eduardo Arango Piñeres, me dijo: “Yo no puedo creer que tu hija de un año y medio sepa leer las letras, eso es ¡imposible!”. Lo llevé a la casa y dije: Shaki, ven acá, ¿qué letra es esta? Se las mostré en desorden y las supo todas. El tipo quedó anonadado. A los 5 años bailaba y cantaba de maravilla.
A los 7 años ganó un concurso de pintura mural, a los 8 o 9 se ganó tres concurso seguidos, mes a mes, de canto. Nidia le dijo: ‘tú haces lo que puedas, si pierdes, no importa’. Y la niña le contestó: ‘si pierdo no importa, pero voy a ganar’. Ya había compuesto 19 canciones, letra y música. Algunas están en su primer CD, como ‘El hombre de las gafas oscuras’ (yo) y ‘Magia’, que escribió, letra y música, en media hora y que fue la que reventó todo.
¿Ha podido ser un hombre fiel?
Fui infiel hasta que conocí a Nidia. Ella es posesiva y celosa, como yo. Al principio me le escapé un poco, pero después dije: “bueno, la ley es para los dos”. Yo tenía una libreta con teléfonos y cantidades de nombres muy interesantes, que desapareció misteriosamente. Risa. No, es que en ella encontré todo lo que necesitaba: una mujer completa, bella, inteligente, de clase y de buenas costumbres. Nada que ver con los ‘numeritos’ que yo conseguía por ahí. Risa.
¿Y cómo le parece Piqué, su nuevo yerno?
Calificación diez sobre diez.
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